Namibia es un país tranquilo, seguro y al que se puede viajar y visitar por libre perfectamente. Es un destino fascinante que cautiva con sus paisajes desérticos, vida silvestre y rica cultura.
En esta entrada os contamos nuestro itinerario en Namibia por libre, por si os sirve de ayuda e inspiración para que no os perdáis nada de sus imprescindibles.
Itinerario para visitar Namibia por libre
- Llegada a Namibia
- Sesriem y Sossusvlei
- Solitaire, Trópico de Capricornio y llegada a Walvis Bay
- Excursión por la Sandwich Harbour y visita a Swakopmund
- Kayak con leones marinos y puesta de sol en la Duna 7
- Zeila, visita de Cape Cross, atravesamos la Skeleton Coast y llegamos Twyfelfontain
- Visita Twyfelfontain y la tribu Damara
- Visita a la White Lady en Brandberg
- Llegada al Parque Nacional de Etosha
- Según día de Safari en Etosha
- Tercer día de Safari en Etosha
- Salida de Etosha, Cheetah Conservation Fund y Okonjima
- Últimos safaris en Okonjima y llegada a Waterberg
- Actividades en Waterberg
- De vuelta a Windhoek y regreso a España
Llegada a Namibia
Para llegar a Namibia, volamos con la compañía Lufthansa, haciendo escala de unas dos horas en Frankfurt.
Llegamos al aeropuerto de Windhoeck (capital de Namibia) después de 10 horas de vuelo, en torno a las 7:30am hora local. Cabe decir que, aunque parezca mentira ya que estamos casi en la otra punta del mundo, en Namibia es la misma hora de España.
En el aeropuerto la gente es poco agradable, sobre todo en el control de aduanas. Tardamos bastante tiempo en conseguir dinero, recoger el coche de alquiler y comprar la tarjeta de datos, pero nos ponemos en marcha sobre las 10:30h.
Cuidado, el dinero que puedes sacar de los cajeros del aeropuerto son RAND sudafricanos, se puede pagar con ellos ya que el valor es el mismo, pero es mejor si se tiene efectivo en la moneda local de Namibia: dólares namibios (NAD). Nosotros sacamos dinero en el cajero del supermercado Checkers (uno de los más grandes de Namibia).
En el mismo aeropuerto, hay un par de tiendas de telefonía que vende todo tipo de tarjetas de datos. Nosotros nos compramos dos para 14 días (caducaban a los 7 días de uso), con 3GB cada una de ellas. Aunque en los sitios más remotos no funciona muy bien, sirve en la gran mayoría (la nuestra en ciudades como Walvis o Windhoek era 4G).
En el camino desde el aeropuerto hasta Windhoek, se nos cruzaron algunos babuinos y zorros cruzando la carretera. Ya en la capital, paramos en un supermercado para coger provisiones y poder sobrevivir un par de días. Aún nos quedaban más de 4 horas para llegar al camping donde pasaríamos la primera noche.
Cada vez que avanzábamos en la carretera, ésta iba empeorando y tuvimos que hacer varias paradas. Una de ellas fue en un mirador, donde había varios coches aparcados, donde vimos unas vistas del desierto y de las montañas increíbles.
Llegamos al campamento sobre las 19h, nosotros optamos por quedarnos dentro de Sesriem, concretamente en el Sesriem Campiste, esto nos facilitaría la entrada al parque al día siguiente, colocamos las tiendas en la parcela que nos asignaron, preparamos la cena (unos bocadillos que habíamos comprado en el supermercado de Windhoek) y disfrutamos de un cielo estrellado que jamás habíamos visto.
Una vez terminamos de ducharnos y hacer el planning del día siguiente, nos metemos a las tiendas para dormir, pues la alarma sonaría muy pronto…
Sesriem y Sossusvlei
A las 05:30h de la madrugada suena la alarma, solo nos da tiempo a lavarnos los dientes y a coger alguna provisión de comida y bebida, para a continuación arrancar hacia las dunas y los lagos de sal. Gracias a que estamos dentro del parque natural, solo tenemos que pasar la puerta de control, que abre a las 06:30h. Llegamos a las 06:00h y somos terceros en la cola.
Una vez dentro del parque hay varias opciones, muchos viajeros deciden quedarse primero en la Duna 45, llamada así por encontrarse a 45km de Sesriem y desde donde se puede disfrutar de uno de los mejores amaneceres de Namibia.
Nosotros, en cambio, decidimos dejar la famosa duna para más tarde y recorremos los 65 km que nos separan de Sossuvlei. Por el camino se nos cruzan varias gacelas órice y un puercoespín.
Una vez llegados al punto “final”, este no tiene pérdida pues siempre habrá más coches, se estaciona en un aparcamiento improvisado y nos recomiendan coger un transfer para recorrer los últimos 4km, ya que solo se puede hacer en 4×4. (¡Y damos fe de ello! Aunque a simple vista puede parecer que un coche un poco alto puede circular con facilidad, lo cierto es que vimos como varios coches encallaban y tenían que pedir ayudar para que les ayudaran a salir… y todo, por un “módico” precio).
No es hasta que nos bajamos del coche cuando nos damos cuenta del frío que hace… cuidado con lo de pensar que en el desierto nunca hace frío.
Una de las cosas que teníamos claras es que queríamos subir a la Big Daddy, la mayor duna de la zona con 325 metros de altitud, por lo que ponemos rumbo hacia la cima. Cuanto antes empecemos, mejor, pues no sabemos cuánto tiempo nos va a llevar y queremos llegar antes de que el calor apriete. La subida se hace un poco dura, caminar por las dunas no es tan sencillo como parece, lo bueno es que somos los primeros y no hay pisadas delante de nosotros, pues éstas hacen que se te hunda más el pie y sea más complicado dar los pasos. De camino, nos sorprende una gacela órice pastando en las dunas y encontramos varios escarabajos juguetones escondidos en la arena.
Llegamos a la cima y las vistas son increíbles mires donde mires. Hacia un lado, el lago seco de Deadvlei. Hacia el otro, dunas y más dunas, además de una cordillera montañosa realmente impactante.
Descansamos un poco y nos sacamos miles de fotos antes de que la duna empiece a llenarse de gente. Qué suerte llegar los primeros y tener toda la cima para nosotros.
Comenzamos a descender y la bajada es infinitamente más sencilla, simplemente tienes que dejarte caer por la ladera de la duna.
Así, aterrizamos en una especie de terraza de tierra seca donde sorprenden las formaciones en el suelo, pentágonos irregulares con bordes bien definidos de barro. Esta terraza de forma ovalada y enorme está rodeada de dunas de un color rojizo que hace del paisaje una vista sencillamente espectacular y, donde los únicos habitantes, son los árboles muertos con más de 800 años de antigüedad que decoran el páramo seco y desierto. Paseamos entre este espacio totalmente fotogénico donde, el suelo bajo ellos es más irregular, agrietado y de un color blanquecino por la sal.
Este lago se llenaba cuando el río Tsauchab inundaba esta zona de Namibia, creando piscinas con agua abundante y permitía a los árboles crecer. Cuando el clima de la zona cambió, una gran sequía afectó a la zona y las dunas del desierto del Namib impidieron que el río siguiera llegando hasta Sossuvlei. Es así como los árboles de Deavlei murieron por falta de agua.
Cuando el calor y la sed empezaron a apretar, nos dirigimos al aparcamiento donde cogeríamos de nuevo el transfer que nos llevaría hasta donde teníamos el coche aparcado. Este aparcamiento tiene unas zonas de picnic habilitadas con mesas y bancos donde nos sentamos a comer algo y descansar.
Una vez cogimos las fuerzas suficientes, ponemos rumbo a la Duna 45, famosa por ser una de las dunas más accesibles. Se estaciona en un aparcamiento que hay a los pies de esta y comenzamos la ascensión. Notamos el cansancio ya que veníamos de subir a la Big Daddy, pero la subida no es especialmente dura y las vistas son impresionantes. Se trata de una duna de arena más anaranjada no teniendo nada a su alrededor, un yermo de tierra y montañas lejanas. Arriba el viento pega fuerte y es molesto.
Después de quitarnos los kilos de arena que llevábamos en las zapatillas, regresamos al coche y ponemos rumbo a otra de las atracciones de la zona antes de volver al campamento, el Cañón de Sessriem. Se trata de un cañón excavado en la tierra con 2km de longitud y 30 metros de profundidad. Hay un acceso a mano izquierda desde la entrada del camping y son solo 4km de buen camino. Caminamos por el paso fluvial seco y, hacia el final del cañón, encontramos una charca llena de ranas. Hacemos un par de fotos más y nos dirigimos al camping.
Después de darnos una ducha, decidimos subir una duna más y nos dirigimos a la duna Elim para ver el atardecer. Una duna con mucha más vegetación y una arena más rojiza. La subida fue más dura de lo que imaginábamos y llegamos justos para ver la espectacular puesta de sol.
Solitaire, Trópico de Capricornio y llegada a
Walvis Bay
Nos despierta una cotorra a las 07:00h, recogemos el campamento y nos montamos en el coche, camino de Walvis Bay.
En este trayecto es parada obligatoria la gasolinera de Solitaire, que durante muchos años fue la única gasolinera que había entre las dunas de Sossuvlei y la carretera de Windhoek.
Actualmente, con ningún otro pueblo a kilómetros de distancia y, siendo el único lugar para conseguir combustible entre las dunas y la costa de Walvis Bay, este punto se ha convertido en una parada frecuente para los turistas.
Además de una gasolinera, Solitaire cuenta con coches abandonados, un taller de reparación mecánica, una oficina de correos y una panadería. Esta panadería se ha hecho famosa por poner la mejor tarta de manzana de todo el país y, nosotros teníamos que comprobarlo. Llenamos el depósito del coche de gasolina y nos sentamos en la pastelería a disfrutar de un desayuno contundente. Comimos meat pie, tarta de manzana, café, té y zumo. No iba a ser nuestra mejor comida, pero con hambre, todo sabe mejor.
Reanudamos la marcha hasta que llegamos al siguiente punto, el Trópico de Capricornio. Este es una línea imaginaria que enmarca los puntos más meridionales en los que el sol puede ocupar a medio día. Está situado en el hemisferio sur y, entre otros países, pasa por Namibia a unos 50km de Solitaire en dirección norte.
El cartel del trópico se ha hecho muy famoso, por lo que hay bastante gente que para a hacerse fotos con él, pero simplemente es eso, un cartel.
En el camino intentamos parar también en el cañón de Tsausab pero la carretera está fatal y el camino hasta Walvis se está haciendo demasiado largo.
Finalmente llegamos a Walvis Bay sobre las 16:00h donde, ya en la entrada vemos las lagunas llenas de flamencos de distintos tamaños. La ciudad tiene un aire entre Los Ángeles y una ciudad portuaria inglesa y hace mucho viento y frío. Nada que ver con lo que habíamos tenido hasta ahora. Decidimos resguardarnos en el hotel y descansamos toda la tarde. Cenamos en un restaurante de locales cercano al hotel que nos habían recomendado en la recepción, “Flamingo Villas Restaurant”. La comida es buena y barata, pero hay bastante bullicio y decidimos irnos al hotel a descansar.
Excursión por la Sandwich Harbour y visita a Swakopmund
Amanecemos en Walvis Bay y para este día teníamos reservada una excursión por la Sandwich Harbour. Desayunamos en el hotel, pues lo teníamos incluido en el precio y ponemos rumbo a la bahía de Walvis, desde donde saldría la excursión.
La excursión que nosotros cogimos fue la de “Sandwich Harbour 4×4 Scenic Excursion – Half Day” y la contratamos a través de la empresa Sandwich Harbour 4×4. El precio fue de 130 € por persona (2,250 NAD).
La excursión comenzaba a las 8:30h, pero a las 8:00h teníamos que estar en el punto de encuentro, Walvis Waterfront, para registrarnos y donde se nos asignaría el guía. Las paradas de la excursión eran las siguientes:
- Walvis Bay Lagoon – Sandwich Harbour Lagoon
Salimos desde Walvis Waterfront con nuestro guía y otra pareja, en total éramos 5 personas, dirección a la laguna de Walvis Bay. Aquí hicimos una breve parada para ver las masas de flamencos además de otras aves costeras que residen en la laguna y sus alrededores en distintas épocas del año.
Tras un breve descanso, el trayecto nos lleva al delta del río Kuiseb, un cauce seco donde pueden avistarse gacelas, avestruces o chacales.
- Sandwich Harbour Lagoon
Este día el tiempo no era muy bueno, pero sí las mareas, por lo que pudimos conducir por la playa hasta la Laguna de Sandwich Harbour. Aquí el paisaje se transforma. El océano es inmenso y parece tener una fuerza increíble, hay rocas de arena formadas en el océano por presión y los colores de la arena rojizos-negros son preciosos.
Llegamos a un punto en el que el mar ya no nos permitía avanzar más por la playa, por lo que nos dirigimos a uno de los miradores desde donde pudimos ver la zona de la laguna. Las vistas son realmente increíbles.
- Aperitivo con vistas al océano Atlántico entre dunas
Nos paramos en uno de los miradores, entre las dunas y con vistas al océano Atlántico, para disfrutar de un almuerzo compuesto de una selección de ostras y aperitivos variados acompañados de vino, cervezas y bebidas frías.
Nosotros no somos muy fans de las ostras y menos a las 10h de la mañana, que es la hora del almuerzo; sin embargo, no sabemos si fue por el entorno que nos rodeaba o qué, pero estas nos sorprendieron para bien, estaban buenísimas.
- Regreso a la Sandwich Harbour
La ruta de regreso a casa nos lleva por las dunas espectacularmente altas y la conducción en 4×4 cruzándolas, subiéndolas y bajándolas es muy emocionante.
Sobre las 12:30h llegamos de nuevo al Walvis Waterfront y ponemos fin a esta increíble experiencia.
Como en Walvis tampoco teníamos mucho más que hacer, por la tarde nos acercamos a Swakopmund, situado a 30 minutos de Walvis Bay. Swakopmund, capital namibia de la aventura y herencia colonial. Y es que, esta ciudad, tiene una arquitectura alemana con casas de vigas de madera que una vez que la pisas, parece trasladarte a cualquier pueblo alemán del mar del Norte o el Báltico.
De regreso a Wavis bay, decidimos parar a ver la puesta de sol. Nuestro guía de la excursión a la Sandwich Harbour nos recomendó esta duna y las vistas fueron increíbles.
Volvemos a Walvis Bay y cenamos en un restaurante que nos había recomendado el guía, Godenfang Restaurant. Sencillamente un acierto, pues todo lo que pedimos estaba delicioso (mejillones, pan pita con feta, medallones de ternera, estofado y hamburguesa).
Kayak con leones marinos y puesta de sol en la Duna 7
Para nuestro segundo día en Walvis teníamos contratada la excursión de kayak con lobos marinos. Al igual que la excursión del día anterior, la llevamos reservada desde España, pues las plazas son limitadas y suele haber poca disponibilidad. Nosotros aconsejamos que este tipo de excursiones se contraten con antelación.
La contratamos a través de la empresa Eco Marine Kayak y el precio fue de 55€ por persona (incluye la descarga de fotos que te hace el guía durante la navegación en kayak).
Quedamos, un día más, a las 8h en la bahía donde un transfer 4×4 nos llevaría hasta el Pelican Point, 45 km en total. Durante el trayecto, nuestro guía nos explica la diferencia entre los diferentes tipos de flamencos y nos cuenta alguna anécdota sobre las focas.
Una vez llegamos al Pelican Point, nos dieron ropa impermeable (pantalones, chaqueta y zapatillas) y nos distribuyeron por parejas para montar en los kayaks. Subidos en el kayak, la actividad consiste en adentrarte en el mar e ir remando entre una gran cantidad de lobos marinos que se acercan a curiosear y saludarte. Lo más graciosos son los más pequeños, que se agarran a los palos y hasta se suben en el kayak. Además, tuvimos la suerte de ver también varios delfines saltando justo delante de nosotros, una experiencia increíble y muy muy recomendable. Al finalizar la excursión y ya en tierra firme, nos obsequiaron con café, té y unos bocadillos.
Regresamos a Walvis y, después de pasar por el hotel para cambiarnos y coger algo más de abrigo, nos dirigimos a nuestro supermercado de confianza “Checkers” para comprar algunas cosas que íbamos a necesitar más adelante, pues esta era la última noche en hotel-cama, volvíamos a los campings y a dormir en mitad de la nada.
Comimos en el Wimpy, o también conocido como el McDonalds de África, un menú con hamburguesa y patatas y nos fuimos a descansar un rato.
Lo único que nos quedaba por hacer en Walvis, era ver el santuario de pájaros y la Duna 7, la última de una hilera de dunas que protege las espaldas de esta ciudad portuaria y la que está considerada como la más alta del mundo. Por lo que, después de coger fuerzas y calculando los tiempos para que no se nos hiciera tarde y pudiéramos subir la duna y ver la puesta de sol en la cima, nos dirigimos al santuario.
El santuario de aves de Walvis, se encuentra justo a la entrada de la ciudad, nos bajamos del coche y pudimos disfrutar de grandes bandadas de flamencos en las aguas de las marismas, así como una infinita cantidad de aves. Después de esto, pusimos rumbo a la Duna 7, también a la entrada de Walvis y un lugar bastante frecuentado por locales. Aunque esta duna de arena forma parte del desierto del Namib, el color no tiene nada que ver, en lugar de ser anaranjada es más beige. Esta duna es muy accesible, tiene un aparcamiento justo a los pies de esta, además de varias mesas de picnic y bidones para hacer barbacoa.
Subimos a la duna a pie, aunque también se pueden contratar actividades del tipo sandboard o quad y, una vez en la cima, pudimos disfrutar de un atardecer espectacular.
Cuando el sol se puso y, como no teníamos hambre, nos fuimos al hotel a terminar de recoger y hacer las maletas, era nuestra última noche en Walvis Bay y a la mañana siguiente queríamos irnos pronto, nos quedaba un largo trayecto hasta llegar al siguiente destino.
Zeila, visita de Cape Cross, atravesamos la Costa de los Esqueletos y llegamos Twyfelfontain
Nuestro objetivo del día era llegar a Twyfelfontain a través de la Costa de los Esqueletos. Existe otra ruta por el interior del país y que, aunque son menos kilómetros y más corta, las carreteras son peores, estrechas y con muchas curvas.
Para llegar a la Costa de los Esqueletos, hay que coger la carretera que va desde Walvis Bay hasta Henties Bay. Esta, es una carretera de sal en la que se supone el coche tiene menos agarre, pero es muy ancha y se conduce de manera muy cómoda.
La primera parada que teníamos en nuestro planning del día era visitar el Zeila, un barco naufragado en 2008 pero que, con el efecto de las olas del mar y la sal, parece que llevase allí cientos de años. En la actualidad, el barco hace de hogar para gaviotas y cormoranes. El acceso es muy sencillo, ya que además de verse desde la carretera, está perfectamente señalizado, además hay un aparcamiento bastante amplio donde se puede dejar el coche sin problema.
Después de varias fotos y disfrutar de las vistas, volvimos al coche dirección a Henties Bay, último punto donde podríamos echar gasolina antes de llegar a nuestro destino.
El siguiente punto de nuestra ruta era Cape Cross. Se trata de una reserva natural de focas gestionada por el gobierno de Namibia. Nos contaron que, en la época de cría, se llegan a contar más de 100.000 focas.
Dentro de la reserva, los caminos por donde se puede pasear están perfectamente señalizados y se pueden ver focas de todos los tamaños y edades. Es divertido ver como estas pasan el tiempo, algunas tumbadas, otras durmiendo, jugando, unas encima de otras… Aunque ¡ojo!, una cosa que habíamos leído en varios blogs y que ahora podemos confirmar es que el olor es insoportable. Es cierto que, cuando ya llevas un rato, consigues acostumbrarte un poco, pero la primera toma de contacto es horrorosa. La entrada a la reserva son 150$ NAD pp + 50$ NAD el coche.
Como para llegar a nuestro destino final del día aún nos quedaban bastante kilómetros que recorrer, no nos entretuvimos mucho tiempo y decidimos seguir nuestro camino dirección norte.
Después de recorrer alrededor de 80km, llegamos a Ugab Gate, una de las puertas de entradas al Skeleton Coast Park. Justo a la entrada, antes de pasar la puerta adornada con calaveras, hay una oficina por donde hay que pasar obligatoriamente antes de continuar. Aquí, no hay que pagar ningún permiso de entrada, únicamente es necesario registrarse e indicar por qué puerta saldrás más tarde.
Una vez finalizamos todos los requisitos para la entrada volvemos al coche y nos adentramos en el parque. La carretera es una pista de tierra y piedras, pero es amplia y la conducción es sencilla.
Después de alrededor de 2 horas y más de 140 kilómetros, llegamos a la puerta por donde saldríamos del parque: Springbokwasser, donde tuvimos que volver a registrarnos para notificar que habíamos salido. Ojo, porque las puertas tienen horario de entrada y salida y no te puedes quedar dentro del parque, por lo tanto, hay que calcular bien los tiempos.
Dejamos atrás la Costa de los Esqueletos, y con ello, la costa de Namibia y el paisaje cambia totalmente. Ya no hay niebla, ni viento. Ahora el sol abrasador es de nuevo el protagonista y el panorama se transforma predominando los colores rojizos.
Después de casi 2h y algo más de 100 km y llegamos a Twyfelfontain Tented Camp, nuestro alojamiento para esta noche y, uno de los mejores campamentos donde nos quedamos.
Una vez nos asignaron nuestro chalé, subimos a una de las colinas cercanas para ver la puesta de sol. Una más que nos vuelve a dejar sin palabras. ¡Qué maravilla de atardeceres!
Visita Twyfelfontain y la tribu Damara
Una vez en pie y con todo cargado en el coche, desayunamos en el mismo alojamiento y ponemos rumbo a nuestro próximo punto: los petroglifos de Twyfelfontain o “el manantial incierto”, como se traduce su nombre.
Parece imposible de pronunciar, pero detrás de Twyfelfontain, se encuentra uno de los mayores tesoros arqueólogos de Namibia. Se trata de una de las mayores galerías de arte rupestre y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007.
La visita se realiza la mayor parte del tiempo por unos senderos vagamente marcados y, de vez en cuando, saltando de roca en roca y siempre con la presencia de un guía, cuyo único sueldo son las propinas de los visitantes. No se trata de una caminata complicada, pero es cierto que hay que estar atento por donde pisas.
En la entrada, hay un aparcamiento bien organizado y a la sombra, donde se encuentra un vigilante que lleva el registro tanto de los coches como de las personas que llegan y que cuando te vas, espera que le des una propina. Una vez pasamos este primer control, entramos en el museo/tienda que tienen en la entrada donde pagamos la entrada (250 NAD) y esperamos a que venga nuestro guía.
Ya en el exterior, el guía nos cuenta todos los detalles sobre Twyfelfontein, las tribus que habitaron la zona, así como la historia de los petroglifos. Durante la visita, vemos todo tipo de grabados: animales, sus huellas y diseños geométricos. Muchos de los grabados muestran animales que ya no se encuentran en la zona (elefantes, rinocerontes, jirafas y leones), además de un grabado de león marino que indica el contacto con la costa, ahora a más de 100 kilómetros de distancia. Después de una hora y media de caminata, volvemos a la entrada muy contentos y satisfechos de haber recibido una clase exprés de historia y arqueología. Sin duda, una excursión totalmente recomendable.
Después pagar la propina al guía y al vigilante del aparcamiento, volvimos al coche para dirigirnos a la siguiente parada del día, el Damara Living Museum.
Como su propio nombre indica, el Damara Living Museum, es un museo viviente donde una serie de actores representan cómo era la vida de la tribu de los Damara en la antigüedad. En su web se pueden ver los tipos de visitas que ofrecen; nosotros elegimos la más completa, cuesta 190 NAD pp y dura algo más de una hora.
Una vez pagamos la entrada, nos recibe una mujer que nos hace una breve introducción sobre la visita. Lo primero que nos llama la atención es el dialecto que utilizan. En su tribu hablan el idioma damara y, lo más curioso, son los “clics” que hacen al chascar la lengua contra el paladar y que alternan con nuestros sonidos de letras habituales.
La visita consistió en un paseo por las distintas chozas que tienen habilitadas, conociendo la rutina diaria del poblado: la farmacia, la herrería, el curtido del cuero y nos demostraron cómo se puede hacer fuego de manera tradicional. Además, nos ofrecieron si queríamos intentarlo nosotros sin éxito alguno… A continuación, hicimos una excursión por el monte, donde dos hombres nos enseñaron a colocar trampas y nos hicieron una demostración de cómo se cazaba antiguamente, ¡puro teatro! Por último, y ya de vuelta en el poblado, bailaron una danza típica cantada por ellos mismos a modo de despedida.
En términos generales, la experiencia nos gustó, pero es cierto que está todo preparado, al final es su trabajo y les pagan por ello.
Volvimos al coche y pusimos rumbo a nuestro próximo alojamiento situado en el poblado de Uis. El siguiente punto que teníamos marcado en nuestro itinerario era la “Brandberg White Lady Painting”, a más de 100 km de distancia desde donde nos encontrábamos. Nuestra intención era llegar allí sobre las 15h, para que nos diera tiempo a hacer la visita y llegar al alojamiento antes de que se pusiera el sol. Sin embargo, tuvimos un percance que nos obligó a posponer la visita para el día siguiente. Si quieres saber que nos pasó y cómo salimos os recomendamos este post: Carreteras en Namibia.
Cuando logramos salir del arenal donde nos habíamos quedado, faltaba ya poco para que se pusiera el sol, por lo que nos dirigimos directamente a nuestro alojamiento para la próxima noche: Daureb Isib Campsite B&B, en Uis. Cenamos en el restaurante del propio camping y nos fuimos a dormir, había sido un día duro.
Visita a la White Lady Brandberg
Para este día nuestro plan era desplazarnos hasta Kamanjab y acercarnos, por fin, al auténtico Safari. Como el día anterior no habíamos podido visitar la montaña de Brandberg y la White Lady (Dama Blanca) decidimos visitarlo a primera hora de la mañana.
La visita a Brandberg y la White Lady no puede hacerse por libre. Hay una taquilla en la entrada del recinto, donde una vez pagados los 250 NAD por persona, te asignan un guía local que te acompañará durante el trekking por la montaña, explicándote algunas curiosidades e historias de la zona, y llevándote a visitar la famosa White Lady.
El recorrido no es largo ni complicado, sin embargo, es de tierra y rocas y se recomienda llevar zapato cerrado. A nuestro alrededor el paisaje es árido pero precioso, destacando en lo alto, las cumbres más elevadas del macizo. Caminamos durante unos 45 minutos aproximadamente hasta que llegamos a la gran roca donde se puede contemplar la White Lady, en ella se pueden reconocer un gran número de figuras humanas y otras tantas de animales. Contemplamos la obra durante un buen rato mientras que nuestro guía nos relata la historia del descubrimiento y las controversias acerca de su origen.
Finalmente, regresamos a la entrada y nos despedimos de nuestro guía. Ha sido una mañana productiva y de gran aprendizaje.
Desde aquí hasta Kamanjab nos espera un viaje de casi 3 horas y algo más de 200 kilómetros, por lo que cuanto antes retomemos el viaje, mejor.
En Kamanjab, donde se encuentra nuestro próximo campamento, existe la posibilidad de visitar un poblado Himba, pero nosotros no llegamos a tiempo, por lo que nos dirigimos directamente al alojamiento: Kaoko Bush Lodge.
Una vez nos habíamos acomodado en nuestro pequeño chalecito, dimos un paseo por el recinto y subimos a una montañita para ver la puesta de sol. Reservamos para cenar en el restaurante de este y nos fuimos a descansar.
Llegada al Parque Nacional de Etosha
El plan para este día era madrugar y dirigirnos a la puerta de entrada de Ethosa. Desde Kamanjab, la puerta más cercana era “Galton Gate” por lo que, una vez recogimos el picnic de desayuno que nos habían preparado en el alojamiento, pusimos rumbo al Parque Nacional de Ethosa.
A las 7:30h estábamos ya en la puerta, que es cuando supuestamente abren el parque, pero cuando llegamos estaba aún cerrada. Al cabo de media hora más o menos, apareció un militar y tras izar las dos banderas que se encuentran a la entrada, nos dio permiso para entrar. En la misma entrada, hay dos edificios (uno a cada lado) y un aparcamiento. Al llegar, hay que registrar tanto el vehículo como a los ocupantes, se paga una tasa de por persona y día y por el vehículo, es importante guardarlo hasta la salida ya que nos lo pedirán cuando abandonemos el parque. Además de registrarnos, también nos sellaron el dron, pues está prohibido su uso dentro de Etosha.
El uso de drones en Namibia está permitido siempre y cuando no te encuentres dentro de un espacio protegido. En la siguiente página podéis consultar la normativa de drones según tu país de destino: https://blog.droneprix.es/consulta-la-normativa-de-drones-de-tu-pais-de-destino/
Nosotros optamos por la opción de quedarnos a dormir, las 3 noches que pasaríamos en Etosha, dentro del parque. Por ello, una vez habíamos terminado de completar todos los requisitos necesarios en la entrada y de comprar el mapa nos pusimos en marcha para recorrer los más de 200km que tendríamos hasta nuestro primer camping: Okaukuejo Campsite.
El mapa que puedes comprar dentro del parque es bastante útil pero caro, 150 NAD. En él, están marcados todos los waterhole a los que puedes entrar, así como todos los animales que se pueden avistar dentro. En la página web oficial, tienen colgado el mapa pero viene más detallado el que compras en el interior.
Durante nuestro primer día, a pesar de que no vimos gran variedad de animales, lo disfrutamos como niños pequeños. La sensación de estar en tu propio coche, circular con “libertad” y verte tan cerca de los animales es, sencillamente, espectacular. Sobre todo, vimos mogollón de cebras, antílopes, avestruces y algún chacal intentando cazar. También vimos, en uno de los waterhole, un elefante bañándose y en otro cercano a nuestro camping, a una familia entera pastando por los alrededores.
Después de más de 4horas, llegamos al camping. Una vez nos hubieron asignado la parcela y de montar las tiendas, como aún teníamos tiempo hasta que se pusiera el sol y, por ello, cerraran la puerta, nos acercamos a un par de waterhole que teníamos cerca. Antes de las 19h, ya estábamos de vuelta en el campamento, cenamos en el restaurante y, después de abrigarnos, nos acercamos al waterhole del propio camping. Sin duda, lo mejor de Okaukuejo. Este está dotado de luces, una grada y varios bancos a lo largo de la pasarela con vistas al charco. Esta noche vimos un rinoceronte, varias familias de elefantes, antílopes, chacales…
Cuando el frío empezó a apretar, nos fuimos a descansar, nos esperaba un buen madrugón para el día siguiente.
Segundo día de Safari en Etosha
Nos despertamos muy pronto para recoger las tiendas y salir del camping en cuanto abrieran las puertas. Una de las cosas buenas que tiene dormir dentro del parque es, que en cuanto amanece y se abren las puertas de los campamentos, ya estás en mitad de la nada y puedes empezar a ver todo tipo de animales. Además, es a primera hora cuando suele haber más actividad en los waterholes y las posibilidades de ver fauna aumentan considerablemente.
Este día teníamos menos recorrido que el día anterior, unos 70km hasta llegar a Halali Camp, donde pasaríamos la noche. En el camino, aparte de jirafas, kudus, impalas, cebras y algunos elefantes, no fue muy diferente al día anterior. En muchos waterholes había cientos de ellos, lo que te permite disfrutar de unas vistas espectaculares, sin embargo, y aunque que terminas acostumbrándote a ver tal cantidad de animales, no dejan de recordarte continuamente en el lugar tan increíble en el que te encuentras.
Cuando llegó la hora, y tras abrigarnos con bastantes capas para evitar morir de frío en el jeep, nos acercamos al punto de encuentro donde ya nos estaban esperando. En este caso teníamos dos guías, el que conducía y el copiloto, que era la persona que nos iba contando anécdotas y avisándonos de cualquier movimiento o bulto que veía, todo esto ayudado por un gran foco rojo que utilizaba para señalarnos el punto exacto.
En el camino vimos a un chacal intentando cazar un conejo, así como algunos elefantes, probablemente de camino a algún waterhole para beber. Vimos rinocerontes peleándose, hienas acercándose a beber y al fondo, entre los arbustos y árboles, el guía nos comento que había un leopardo, es cierto que, con la ayuda de los prismáticos, se podía intuir algo de movimiento, pero sinceramente, nosotros no habríamos podido decir que era un leopardo.
Cuando llegó la hora, abandonamos el waterhole y volvimos al campamento… aún teníamos que cenar y no queríamos irnos a dormir muy tarde. Cenamos en el restaurante del propio camping y nos fuimos a las tiendas.
Tercer día de Safari en Etosha
Amanece un nuevo día en Etosha y nosotros, ya expertos en plegamiento de tiendas, recogemos todo en menos de 15 minutos y salimos de Halali en cuanto abren. Esta noche la pasaríamos en Namutoni Campsite, a unos 70 km de distancia desde donde nos encontrábamos.
En el camino, vamos parando en todos o casi todos los waterholes que nos apetece, disfrutando de lo que nos ofrece la naturaleza. Las cebras ya son nuestras amigas, hay tramos en los que tenemos que parar completamente el coche para que pasen y crucen manadas enteras. También nos sorprenden varios grupos de jirafas comiendo de los árboles pegados a la carretera. Hasta aquí, nada fuera de lo normal.
Lo mejor iba a llegar más adelante cuando yendo a un waterhole, en un camino, vimos a una familia de elefantes al completo, ¡hasta bebés elefantes!, los teníamos tan cerca que si sacabas la mano por la ventanilla del coche podías hasta tocarlos, una auténtica locura. Tuvimos que quedarnos allí parados bastante tiempo, ya que los elefantes machos iban protegiendo al resto de la manada y se paraban en medio del camino mirando desafiantes a los tres coches que allí nos encontrábamos. Al final, uno de los elefantes se cabreó y barritó muy fuerte al último coche, por lo que salimos a toda prisa de allí con la adrenalina a mil.
Llegamos a Namutoni relativamente pronto, por lo que al igual que en Halali, pudimos elegir parcela. Había bastantes libres y, salvo algunas que sí que estaban reservadas, el resto estaba bastante bien. Instalamos las tiendas, descargamos el coche y fuimos a comer al restaurante. La comida era sencilla, pero estaba bastante buena. Como aún era pronto y, las horas centrales del día son las peores para ver fauna, nos compramos un helado en una tienda/mini market del camping y nos fuimos al waterhole del interior del campamento que, si lo comparamos con los de los otros campings, este es el peor. Namutoni es la zona donde las probabilidades de ver felinos aumentan respecto al resto, por lo que decidimos salir y visitar las charcas cercanas. En ellas, la mayoría realmente bonitas, vimos bastantes animales, pero nada de felinos.
No nos queríamos ir de Etosha sin ver leones, por lo quisimos probar suerte y contratamos el safari nocturno. Empezamos un poco alicaídos, pues poco a poco íbamos perdiendo la esperanza. Pero… ¡duró poco! Llegamos al primer waterhole y lo primero que vimos fue una manada enorme de elefantes bañándose y bebiendo. No contentos con esto, a lo lejos vimos como otra manada de elefantes se acercaba al mismo charco, por lo que se juntaron las dos… en total habría como 50 elefantes, machos, hembras, bebés… ¡una pasada! Estábamos tan atentos a lo que ocurría en el waterhole que no veíamos más allá, hasta que el guía nos avisó de que, al fondo, debajo de los árboles había una manda de leones, ¡no nos lo podíamos creer! Sacamos los prismáticos y, efectivamente, allí estaban, contamos hasta un total de 11. Lo malo era que, mientras estuvieran los elefantes acaparando todo, los leones no se acercarían, por lo tanto, decidimos esperar.
Finalmente, al cabo de un buen rato, los elefantes empezaron a marcharse… les tocaba el turno a los leones. Estos, bastante tímidos, les costó arrancar, pero al final empezaron a moverse y vimos como 3 de las leonas se acercaron hasta el charco. ¡Lo habíamos conseguido!
Después de un buen rato de observación y viendo que la intención de moverse era casi nula por su parte, decidimos abandonar e irnos al campamento a descansar. Estábamos felices.
Salida de Etosha, Cheetah Conservation Fund y Okonjima
En el safari nocturno del día anterior, nos dijeron que los leones no suelen moverse mucho por la noche, por lo que nada más salir del campamento, nos dirigimos a la misma charca donde los habíamos visto por la noche. Sin embargo, salvo un par de springbook y algunas cebras, allí no había ni rastro de leones. La sorpresa fue que, cuando ya habíamos perdido toda la esperanza, vimos como un montón de coches aceleraban para meterse en un camino, por lo que decidimos acercarnos para ver qué había (de esto os daréis cuenta rápido, donde haya coches, algo pasa). Y, efectivamente, allí cobijados entre los arbustos, estaba la familia de leones que habíamos visto la noche anterior… un total de 11 leones y leonas. Una auténtica maravilla.
Ahora sí, tocaba despedirse del maravilloso Parque Nacional de Etosha.
Como la última noche la pasamos en el Namutoni Campsite, la puerta que teníamos más cerca era la “Von Lindequist Gate”, la situada más al este. Por ello, a primera hora de la mañana, nos dirigimos a la mencionada puerta. Cuando llegamos había varios coches delante de nosotros, todos ellos esperando para pasar el control obligatorio antes de abandonar el parque. Aquí, tuvimos que entregar la documentación que nos dieron en la entrada al parque, así como el dron para que nos quitaran el candado que nos habían puesto.
Una vez terminamos con todos los requerimientos, nos pusimos en camino. Nuestro destino final para este día sería la Reserva Natural Okonjima.
En la ruta, nos pillaba de camino el “Cheetah Conservation Park”, por lo que decidimos hacer una parada. Ojo aquí con las carreteras, como ya os comentamos, no hagáis siempre caso a lo que os diga Google maps. Nosotros volvimos a pecar y nos llevó por unos caminos, bien asfaltados, pero que no tenían salida, por lo que tuvimos que dar la vuelta e ir por la carretera principal.
Nosotros llegamos a tiempo para ver la alimentación de los guepardos (lunes-viernes a las 14:00h y los fines de semana a las 12:00h).
Cuando terminaron de darles de comer, nos montamos en un jeep de safari abierto para hacer la siguiente actividad que habíamos contratado, el llamado Cheetah Drive. El paseo se realiza dentro de la reserva natural, cerrada, donde viven los guepardos que no pueden sobrevivir en libertad debido a sus limitaciones físicas o mentales, por ejemplo, a consecuencia de lesiones o la pérdida de sus padres. Un hábitat seguro y natural que nos permitió ver a estos magníficos animales a escasos metros.
Durante el recorrido, el guía nos hizo una muy buena explicación acerca de la supervivencia de los guepardos y nos contó algunas anécdotas sobre el comportamiento de estos. También nos llevó a ver a los perros que se crían allí.
Después de la visita, aprovechamos para comer en el café situado dentro del centro de visitantes y probamos unos helados de leche de cabra que preparan en una granja propiedad de la fundación (Dancing goat creamery), situada allí mismo.
Condujimos durante 1h30 min hasta llegar a la Reserva Natural de Okonjima, donde pasaríamos la noche. Esta reserva natural, de unos 200 km2, es el epicentro de uno de los programas de conservación más impresionantes de Namibia.
Para llegar desde la carretera principal a las propiedades de Okonjima, hay que conducir por una larga carretera de tierra y atravesar varias puertas (donde toman registro del vehículo y de los ocupantes) y que mantienen separados a los animales por motivos de protección. Desde camping hasta villas privadas, dentro del propio parque existe una amplia y variada oferta de alojamiento que se ajustan a todos los presupuestos. Tenéis toda la información y opciones en su página web.
En nuestro caso, optamos por el Omboroko Campsite, le habíamos cogido el gustillo a eso de dormir en medio de la nada con solo una tela fina que nos protegiera del exterior. Este camping, el mejor donde nos quedamos, dispone de cuatro zonas de acampada privada, alejadas unas de otras. Además, existe la posibilidad de acercarse caminando a la piscina comunitaria situada entre ellas.
Después de pasar todas las puertas de seguridad, en un cruce de varios caminos, nos estaba esperando la persona que nos llevaría hasta nuestra parcela. Allí mismo nos mostró la oferta de actividades que tenían, también disponibles en su página web. Nosotros nos decantamos por hacer ese mismo día el safari nocturno, por lo que a la hora acordada, nos vinieron a buscar al camping y nos montamos en el 4×4 que nos llevará a realizar el safari.
El Night Drive, ofrece la oportunidad de avistar numerosas especies de animales que normalmente no se ven durante el día. Cuando el sol se pone y bajan las temperaturas, la sabana africana vuelve a cobrar vida. Al comienzo del safari, el guía ya te avisa de que no se garantiza ver animales ya que depende de muchos factores y… efectivamente, esto fue lo que nos pasó.
Nuestra experiencia fue bastante decepcionante, había luna llena y casi no vimos animales, pero así son los safaris, sumergirte en la aventura y esperar a ver con qué nos puede sorprender la naturaleza. Cabe destacar que durante la noche la temperatura baja considerablemente, y aunque te facilitan una capa/manta para ir más abrigado, se aconseja llevar prendas térmicas para momentos como estos.
Nos llevaron de vuelta al camping y nos fuimos a dormir, había sido un día intenso y estábamos agotados.
Últimos safaris en Okonjima y llegada a Waterberg
Este día, antes de abandonar la zona de Okonjima, decidimos hacer el Leopard tracking. Quedamos en la recepción, la cual nos pillaba algo alejada y la única opción de llegar hasta ella era en coche. Aquí, había un montón de gente más, esperando por el jeep que los llevaría a realizar la actividad elegida. Mientras esperábamos, nos ofrecieron un desayuno gratuito que consistía en un café o té y un muffin de chocolate.
Para el Leopard Tracking, únicamente había un coche, por lo que nos montamos en él junto con otras 3 parejas y nos dispusimos a adentrarnos en la sabana con la intención de ver algún leopardo. Este safari, a diferencia de otros que habíamos hecho anteriormente en Etosha, fue mucho más cómodo y tranquilo, lo que agradecimos enormemente.
Lo primero que nos comentó el guía es que algunos de los leopardos llevan collares de radio, lo que permite a los guías seguirlos con una antena y se les puede localizar sin tanta dificultad. Sin embargo, esto no resulta ni mucho menos fácil, pues en el 50% de las ocasiones no hay éxito y ni la radiofrecuencia funciona.
Este día nuestro guía decidió que iríamos en búsqueda del leopardo más grande y de más edad de toda la reserva. Como la recepción se encuentra en la parta más alta, mientras bajábamos pudimos disfrutar de unas vistas increíbles de todo el entorno. El guía, siempre con la antena en la mano, nos comenta de vez en cuando que hay algún leopardo no muy lejos e intentamos seguirle insistentemente. Nos metimos entre la maleza, atravesamos un río seco, fuimos marcha atrás, rompimos ramas… en definitiva, nos costó muchísimo encontrar al leopardo, pero gracias a la insistencia y paciencia de nuestro guía, finalmente lo vimos y pudimos disfrutar de tenerlo a escasos metros durante algunos minutos antes de que desapareciera en la maleza.
Con el objetivo cumplido y la satisfacción de haber visto al gran felino, volvimos a la recepción donde teníamos el coche aparcado y pusimos rumbo al siguiente destino.
Antes de coger la carretera que nos llevaría al Parque Nacional de Waterberg y, como aún era pronto, decidimos volver a la ciudad de Otjiwarongo para comer algo. Buscamos en internet y, viendo las reseñas de algunos restaurantes, finalmente nos decidimos por uno que se llamaba “Casa Forno”. Este restaurante italiano, con un patio y un gran árbol en medio, que proporciona una buena sombra, ofrece una gran variedad de platos tanto italianos como locales de mucha calidad. Además, tienen un horno de leña donde hacen unas pizzas realmente exquisitas. Nosotros compramos una y nos la llevamos para la cena de ese día. Terminamos de comer y ahora sí, pusimos rumbo a Waterberg.
Uno de los motivos porque elegimos acercarnos a la meseta de Waterberg fue porque nos llamaba mucho la atención el parque y el ‘plateau’ que se podía ver desde kilómetros de distancia.
La noche la pasamos en el interior del parque, concretamente en “Waterberg Andersson Campsite”. El campamento fue diseñado para mezclarse con el entorno, y durante la construcción se perturbó lo menos posible la vegetación natural de la zona.
En la entrada, se encuentra una persona que se encarga de hacer el registro de vehículos y personas además de darte la posibilidad de reservar allí mismo las actividades que desees realizar a lo largo de tu estancia. Desde el primer momento ya vimos que había muy poca organización y, como veríamos más tarde, no nos equivocábamos.
Llegamos al campamento y nos sorprendió que, en general, estaba muy bien acondicionado, con baños bastante limpios, un pequeño cobertizo con una mesa y bancos de piedra y una pequeña barbacoa, además de zonas comunes que consistían en una piscina y una zona chill con sofás y mesas para descansar.
Colocamos las tiendas e hicimos una ruta sencilla que comenzaba al lado de nuestra parcela llamada la “ruta histórica o History Path”. Durante los algo más de 2 kilómetros que tiene el sendero, unos paneles informativos presentan los sucesos y acontecimientos antes y después de la batalla y explican por qué siguen uniendo a Namibia y Alemania en una relación muy peculiar hasta el día de hoy.
Actividades en Waterberg
Como no está permitido conducir dentro de Waterberg, la mejor y única opción de explorar lo que ofrece la reserva natural es contratar una visita guiada.
Nosotros nos decantamos por el Rhino Tracking, que reservamos el día anterior con el señor de la entrada. A pesar de que un amigo ya nos había dicho que esta excursión no merecía mucho la pena ya que los rinocerontes se encuentran amansados y es un poco “circo” todo, a nosotros nos pareció interesante y nos gustó la idea de poder rastrear las huellas de estos animales e incluso acercarte a ellos.
Cuando fuimos a la recepción del parque, situada a unos metros de nuestro campamento, vimos el descontrol y desorganización que tenían. Para empezar, no estábamos apuntados en la excursión y, como nosotros, un montón de familias más. A esto se unió que, para hacer la actividad del Rhino Tracking, éramos como 30 personas, una barbaridad. Enseguida nos dimos cuenta de que realmente, era todo un circo bien montado. Caminamos por varios senderos de tierra hasta que llegamos al punto donde se encontraba una pareja de rinocerontes y el domador. El guía en todo momento sabía perfectamente donde estaban y donde teníamos que ir y, a pesar de que es increíble ver tan de cerca a estos increíbles animales, la visita en sí es bastante decepcionante. Después de unas 3 horas aproximadamente, regresamos al campamento donde nos relajamos en la piscina y comimos unos bocadillos, que habíamos comprado el día anterior en el supermercado, en los sofás de la zona chill.
Después de un merecido descanso nos preparamos para hacer otra excursión que habíamos contratado en el Andersson Campsite, esta se trata de un trekking hasta la cima del Plateau para ver el atardecer. Llamada la “Table Mountain de Namibia” la meseta se eleva 200m sobre las llanuras, la roca sedimentaria erosionada que la forma se depositó durante la Era Karoo hace unos 220 a 180 millones de años. El lugar cobra una belleza singular gracias a las salpicaduras de líquenes de colores brillantes que habitan en las rojizas paredes rocosas.
La verdad que esta excursión nos apetecía muchísimo por ser un plan algo diferente a los realizados anteriormente.
Cuando llegamos al punto acordado ¿Cuál fue nuestra sorpresa? Otra vez más no nos habían tenido en cuenta para hacer la excursión.
Esta vez nos pusimos serios y tuvimos que poner varias reclamaciones porque solo se disculpaban y no nos daban soluciones, después de haber conducido hasta aquí tenían que solucionarlo sí o sí.
Finalmente, y gracias a que insistimos, logramos que nos incluyeran con otra excursión que era un trekking romántico a la cima del Plateau donde colocaban una silla y una mesa y sacaban champagne… nosotros solo queríamos ver las vistas desde arriba, en fin.
El trekking es relativamente sencillo, subes por un sendero de piedras durante 30 min hasta llegar a la parte alta del Plateau, y una vez en lo alto se puede ver las extensas llanuras del Kalahari. Esta zona está declarada Reserva Natural desde 1972, el guía nos contó que en el pasado vivían rinocerontes blancos, rinocerontes negros, búfalos, jirafas y muchos tipos de antílopes en lo alto de la meseta y que actualmente estaban trasladando dichas especies para protegerlas de la caza furtiva.
Durante la excursión es muy fácil ver babuinos y, entre las rocas, el famoso “Dassie” parecido a una marmota grande o un conejo de indias.
La parte romántica de la excursión con una mesa con champagne no es lo que nos gusta del turismo, pero decidimos desconectar y dejarnos llevar con una agradable sensación. Las vistas del atardecer, los colores reflejados, el silencio del lugar fue un gran punto final a nuestro último atardecer en tierras africanas.
Nosotros quisimos contratar la excursión porque era la única forma de subir a este espacio protegido. El precio es algo desorbitado, pero la experiencia merece la pena.
De vuelta a Windhoek y regreso a España
Nuestro último día en Namibia.
Recogimos y limpiamos las tiendas para poner rumbo a Windhoek, donde haríamos tiempo hasta que llegara la hora para irnos al aeropuerto.
De camino paramos en Okahandja donde se puede visitar un mercado de artesanía local, nos habían hablado muy bien de él, pero cuando llegamos, nos agobiamos bastante ya que todo el mundo quería que nos acercásemos a su puesto. No estuvimos ni 5 minutos, después de echar gasolina, volvimos al coche y fuimos directamente a Windhoek.
Después de tantos bocadillos, necesitábamos darnos un homenaje comiendo, por lo que nos dirigimos al “Joe’s Beerhouse”, restaurante que habíamos visto en la Lonely Planet y que nos llamó la atención. Como su propio nombre indica, Joe’s ofrece un gran número de cervezas namibias y alemanas y es el lugar preferido de los afrikáners para beber. Tanto el restaurante como el ambiente y la comida, es excelente. Su especialidad es la carne y en él se pueden comer todo tipo de platos. Nosotros probamos la lasaña de Oryx y el ‘Namib Trio”, compuesto de Kudu, Springbok y cebra, sencillamente delicioso. Además, el restaurante tiene un parking en su interior bastante grande y vigilado.
Una vez habíamos recargado fuerzas, nos dirigimos a un mercado artesanal «Namibia Craft Centre» y que merece mucho la pena la visita, tienen una variedad amplísima de artesanía hecha a mano de madera, textiles, joyas…, así como curiosidades de Namibia. Tiene aparcamiento vigilado en su interior y una pequeña cafetería. Sin duda, un sitio ideal donde poder realizar las últimas compras.
A continuación, recogimos el coche, pues lo habíamos aparcado en un centro comercial cercano y nos dirigimos al aeropuerto. Aquí, entregamos el coche, facturamos y pusimos fin a una experiencia increíble en este país de África, aún poco conocido, pero con muchas cosas que hacer. ¡100% RECOMENDABLE!